Fuego

Lo que usted está a punto de leer no tendrá el mismo sentido que lo tiene para mí. Hablo de que la subjetividad impregnada en estas colillas de cigarros es profunda. Porque yo soy el que recuerda cómo se fueron las cenizas, y porque yo soy el que decide además, cómo narrarlo.
Es lo mismo que fumar: no espero que lo entienda, pero ojalá que lo disfrute.

miércoles, 20 de mayo de 2015

Zapatillas deportivas


20 de mayo, tipo 2 de la tarde.
Si hay algo que detesto (aunque no tanto como esas chalas/zapatos/sandalias/cosa extraña de plástico con agujeros que se pone en los pies), son las zapatillas deportivas. Y no, no creo que tenga que ver con mi lucha vital contra hacer deporte. Tiene que ver con un tema de estandarización social generado por el no-estilo que te entregan esas zapatillas que yo ocupaba para hacer educación física en segundo básico. Mucho mayor es el no-estilo cuando se combinan con prendas que no tienen nada que ver con deportes (léase: jeans, pantalones de tela, o falda… DE MEZCLILLA). Y ese es el problema de uno de mis profes del proyecto de tesis.
            Él es un tipo intelectualmente intachable. Seco. Estudió en Francia, es doctor en Historia, y además tiene un carácter entrañable. Pero juro que no soporto que llegue a clases o se pasee por la universidad con unos pantalones de terno, y esas zapatillas como para ir a la maratón de Santiago. Puedo entenderlo por un tema de comodidad. Puedo entender que al común de la gente no le preocupe mucho verse mal con tal de sentirse bien. Y sí, quizá soy un nazi de la moda (mentira, tengo menos estilo que la Tigresa del Oriente), pero apelo, ya no a las zapatillas, sino que a los pantalones. Si quiere sentirse cómodo, combínelas con un buzo.

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