26 de mayo, post-coloquio.
La experiencia no fue tan terrible después de todo. Nada
salió como lo planeé, pero la improvisación me ayudó mucho más que la
planificación excesiva. Obtuve felicitaciones y muchas recomendaciones.
De ahí
lo único que quedaba era fumarse un cigarro, conversando esta vez sobre la
comunidad historiográfica. Álvaro Jara, “conocido” historiador chileno (entre
comillas, porque en realidad ningún historiador es realmente conocido, salvo
Villalobos, y lo es por hablar weás en la tele), según cuentan los mismos
profes, siempre se ha jactado no sólo de haber estudiado en la Sorbona (para
muchos la mejor Universidad en Historia del mundo), sino que también, y sobre
todo, de haber sido ayudante de cátedra de uno de los historiadores más
importantes del siglo XX a nivel mundial, Fernand Braudel. No daré la lata
sobre quién era ni qué hizo. Pero pongo en duda aquello. Capaz que Jara a penas
y lo conoció. Capaz que Braudel le respondió el saludo, y Jara se declaró su
ayudante. Puras intentonas por figurar. Como los historiadores saben hacerlo.

