Fuego

Lo que usted está a punto de leer no tendrá el mismo sentido que lo tiene para mí. Hablo de que la subjetividad impregnada en estas colillas de cigarros es profunda. Porque yo soy el que recuerda cómo se fueron las cenizas, y porque yo soy el que decide además, cómo narrarlo.
Es lo mismo que fumar: no espero que lo entienda, pero ojalá que lo disfrute.

miércoles, 20 de mayo de 2015

Teñirse


20 de mayo, madrugada.
Cuando estaba en segundo año de U, cumpliendo mi sueño de toda la adolescencia, me teñí el pelo verde. O al menos de ese color quedó, porque yo compré calipso en el Eurocentro. Recuerdo perfectamente que fue todo un hueveo. Mi mamá tenía un poco de decolorante, y como se había hecho bisos hace poco, comenzó a dárselas de peluquera profesionals. Fue la cantidad precisa de blondon, pero no por el tiempo indicado. Mi pelo quedó amarillo mostaza, y como no le quedaba más, tuvimos que teñir así. Calipso+Mostaza= Verde.
            Yo fui el más contento en todo caso. Mi pelo era de mi color favorito. Y aunque requerimos varias sesiones de teñido (el primer día tenía mechones más amarillentos, y otros de un verde agua), cuando se terminó la tintura, el pelo me quedó soñao’. Misión cumplida: me sentía es-tu-pen-da. Comenzaron los apodos: cosmo, cabeza de brócoli, hulk, pelo con moco, etc. Yo me reía no más. Nadie podía negar que mi objetivo estaba logrado.
            Desde hace tiempo que hincho a la gente que tengo cerca con que quiero volver a teñírmelo. Esta vez de azul eso sí. Marino, profundo, oscuro. Mi mamá quedó con traumas post-cagada. Me avisó que no volvería a tocar mi pelo. Si quiero teñirme, tendré que juntar más plata para pagar también una peluquería.

No hay comentarios:

Publicar un comentario