Fuego

Lo que usted está a punto de leer no tendrá el mismo sentido que lo tiene para mí. Hablo de que la subjetividad impregnada en estas colillas de cigarros es profunda. Porque yo soy el que recuerda cómo se fueron las cenizas, y porque yo soy el que decide además, cómo narrarlo.
Es lo mismo que fumar: no espero que lo entienda, pero ojalá que lo disfrute.

martes, 19 de mayo de 2015

Voz desagradable



19 de mayo, casi a las 8 de la noche.
Pelar es una cosa completamente distinta cuando se hace con cigarro en mano. El gustito del humo le da a cada palabra que dices un tono totalmente distinto. Más seriedad, menos jocosidad. Tus insidias se llenan de intelectualidad nicotinosa.
            Está la Pame, que se come al Nacho, nuestro compañero, y que supuestamente estaba embarazada, pero igual sigue fumando, entonces hasta con eso miente. No, pero es verdad que se comió al Nacho, eso lo sabemos de buena fuente. El Nacho nos contó. Ya, pero el Nacho igual se las da de galán. Capaz que la mina no lo pesca, y él dice que sí para hacerse el machito. Pero si yo los he visto juntos, y la mina sí es cariñosa. Ah, entonces deben haberse comido. ¿Y la guagua será de él? No creo, capaz que es del ex. Oye, y escuchaste ayer cuando estábamos sentados donde siempre, y la Pame estaba frente a nosotros y estuvo todo el rato conversando sobre sus relaciones. Sí, y como que hablaba sola. Es que habla fuerte. Pero no es sólo que hable fuerte, es que su voz es chillona. Tiene como una cosa en el tono que la hace molesta, desagradable. Sí, tiene la voz súper desagradable.

Desmotivación



19 de mayo, después del Seminario de América
Estudiar Historia no es sencillo. (No, no es una frase para comenzar a lloriquear). Podría justificar esto con un montón de comentarios sobre lo difícil que es pensar históricamente; lo complejo que es saber que muy probablemente no tendré pega de lo que estudié, y todo el esfuerzo –y tiempo, sobre todo tiempo– que requiere la carrera. Pero creo que hay una razón que excede a todas esas. Muy a menudo pienso que con tanta modernidars, y tesnología los hábitos que requieren paciencia –como usar una tetera, o formar una relación estable– se comienzan a deshacer. Entre estos hábitos se incluye también el leer. Fuimos formados –y deformados si se quiere– como seres visuales, y para alguien que creció con más de 4 horas de tv diaria, sentarse a seguir líneas y líneas de letras no es precisamente un ejercicio sencillo. Requiere de mucho entrenamiento. Y paciencia.
            Uno a ratos se cansa. Y siente que quiere que toda la carrera se vaya a la mierda. Porque todo lo que lees no te sirve de nada. Porque todo lo que trabajas no le interesa a nadie. Porque todo lo que haces –y en lo que pones especial esfuerzo– no va a tener ni la mitad del reconocimiento que tendrá alguien que estudió ingeniería, medicina, e incluso derecho. El cigarro lo prendí por eso. Buscando la evasión mía y de la Paz, de un mal día de Licenciatura en Historia. A ratos parece que las cenizas se llevaran el cansancio.

Lastarrino y Lucho Jara

19 de mayo, cerca de las 1 de la tarde.
Debe ser una especie de resentimiento, de regret hacia mis padres –uno de esos problemas psicoanalizables que generan feroces traumas de adultez– porque cada vez que veo a un pingüino vestido con el uniforme del Lastarria, me da una envidia que de sana no tiene nada. Quizá es culpa también de que tres veces estuve a-punto-dé con un lastarrino, y nunca lo logré (y una vez fue con una de Las Putas Babilónicas, me sentía súper VIP). Prendí el cigarro y pasó un mini-lastarrino de no más de 7 años y de inmediato me acordé de esa atracción automática que me genera el uniforme. Este niñito claramente no generaba tal cosa en mí –de lo contrario sí que tendría serios problemas psicoanalizables–, pero el sentimiento y los recuerdos de esos tiempos de babosear por lastarrinos volvieron a mi como una cachetada. La Paula me interrumpe cantando una canción del Lucho Jara, y la conversación se desvirtúa. Del lastarrino pasamos a la Myriam Hernández, y el hombre que yo amo sabe que lo amo. La colilla aguantó hasta los comentarios sobre la bonita pareja que harían los dos cantantes.