23 de mayo, doce de la noche.
La gente que me conoce realmente bien (amigos cercanos,
mi familia, mi pololo), sabe perfectamente que tengo un problema bastante serio
con los días domingos. Son mi Némesis. Y hasta el día de hoy no puedo
comprender de dónde sale tanto bajoneo’. Tanta depresión. El encierro
dominical. La falta de vida familiar. El recuerdo de que el fin de semana se
terminó. Alberto Plaza en la radio Imagina, que últimamente está vetada en mi
casa, por mi sanidad mental (qué radio más fome Dios mío).
El 21 de
mayo no fue domingo, fue jueves. Pero pasé todo el día encerrado igual. Y mi
mamá tenía que ir a trabajar el viernes 22 igual. Y puso la radio Imagina
igual. Entonces eran tipo 12 de la noche, y comencé a sentirme ahogado.
Cansado. Obligado a leer y hacer mis deberes académicos. Y claro, la mejor
solución para cuando uno se siente ahogado, es fumar.
Este
cigarro fue la compañía común que tengo en las noches. Esto y música
deprimente, algo como Lykke Li o Rachael Cantu, hicieron de la colilla una
colilla de domingo.
