26 de mayo, después de las doce.
Me gustaba admitir que estaba calmado. Veía a mis
compañeros exponer sus proyectos de tesis en las sesiones anteriores del
coloquio y pensaba: “esta weá es pan comido; los voy a dejar a todos con la
boca abierta”. Pero claro, ya se sabe lo que pasa cuando uno escupe al cielo.
Veinticinco
de mayo, menos de 12 horas para presentar, preparando el tema. Y chucha, no sé
nada. No me he aprendido bien esta palabra. Me tiritan las manos. Si tiemblo no
podré leer lo que escribí. Pero ya es tarde pa’ aprenderse todo de memoria. Aunque
no tanto. Pero no me gusta hablar de memoria. Mejor recordar lo que tengo que
decir, apoyarse del power point. Pero el power no tiene que estar cargado con
información, entonces conceptos claves. Pero igual a veces se me olvidan los
conectores, y no puedo cagarla ahí, porque ya todos expusieron y les salió
bien, y los últimos siempre tienen que ser los primeros. Y no, no puedo ahora,
necesito un cigarro.

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