27 de mayo, antes de las diez de la
noche.
Mucha gente dirá que nueve meses no es tanto tiempo. Un
mero período de gestación. No es un año. No son diez meses. Qué se yo. Pero de
igual forma, pasar tanto tiempo con el Víctor me ha hecho llegar a conocerlo
muchísimo más de lo que llegué a conocer a cualquier persona. Para él es lo
mismo. Sabemos cuando el otro anda extraño. Incluso si son conversaciones virtuales.
Nuestros ánimos traspasan ese tipo de fronteras.
Ese día
prendí el cigarro porque él andaba raro. Me contestaba cortante. Y a penas y se
reía con las cosas ridículas que suelo contarle. Su respuesta fue igual que
siempre: “no quiero hablar de eso ahora”. Para mí eso significa exactamente lo
que significa, que no quiere hablar de eso ahora. Por lo mismo no indago. Me
quedo piola y aguanto a que compartamos el pucho tranquilos y callados. No me
aguanto las ganas, eso sí, de rayarlo con su maña. Que conste que lo aguanto
también.

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