Fuego

Lo que usted está a punto de leer no tendrá el mismo sentido que lo tiene para mí. Hablo de que la subjetividad impregnada en estas colillas de cigarros es profunda. Porque yo soy el que recuerda cómo se fueron las cenizas, y porque yo soy el que decide además, cómo narrarlo.
Es lo mismo que fumar: no espero que lo entienda, pero ojalá que lo disfrute.

miércoles, 27 de mayo de 2015

Maña


27 de mayo, antes de las diez de la noche.
Mucha gente dirá que nueve meses no es tanto tiempo. Un mero período de gestación. No es un año. No son diez meses. Qué se yo. Pero de igual forma, pasar tanto tiempo con el Víctor me ha hecho llegar a conocerlo muchísimo más de lo que llegué a conocer a cualquier persona. Para él es lo mismo. Sabemos cuando el otro anda extraño. Incluso si son conversaciones virtuales. Nuestros ánimos traspasan ese tipo de fronteras.
            Ese día prendí el cigarro porque él andaba raro. Me contestaba cortante. Y a penas y se reía con las cosas ridículas que suelo contarle. Su respuesta fue igual que siempre: “no quiero hablar de eso ahora”. Para mí eso significa exactamente lo que significa, que no quiere hablar de eso ahora. Por lo mismo no indago. Me quedo piola y aguanto a que compartamos el pucho tranquilos y callados. No me aguanto las ganas, eso sí, de rayarlo con su maña. Que conste que lo aguanto también.

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